Ernst Ludwig Kirchner nació en Alemania y vivió de 1880 a 1938.
Sufrió la I Guerra Mundial, por lo que podemos encontrar un antes y un después que afecta a su obra.
Antes de la guerra
El joven Kirchner era un rebelde contra su burguesa familia. Decidió que prefería la vida bohemia de pintor que la de un arquitecto adinerado.
Fundó el grupo expresionista “Die Brücke”, El Puente, con 25 años.
Este movimiento se enfrentaba al impresionismo francés. Según él, gracias a los alemanes se había desarrollado la expresión espiritual en la pintura y el impresionismo era una forma superficial de representar la existencia. Criticaban al resto de europeos, al arte de París, sobretodo, por esa falta de espíritu. Sin embargo, Kirchner siempre recibió las influencias del exterior adoptándolas y nutriendo su estilo.
Su gran influencia filosófica era Friedrich Nietzsche que hablaba de crear un “puente” entre el arte del pasado y el del futuro, y de ello surgió el nombre “Die Brucke” del grupo expresionista.
La obra fundamental de todas estas ideas es la “Estética y teoría de las artes” donde Nietzsche afirma que el arte (y la estética) es la actividad fundamental de la vida.
¿Dónde hay belleza?
Allí donde yo tengo que querer con toda mi voluntad,
allí donde yo quiero amar y hundirme en el ocaso…
(Fr. Nietzsche)
Es decir, ¿dónde hay belleza? ¿Está en el mundo que vemos, nos impresiona y podemos representar? ¿O está allí donde la persona la encuentra y surge de su interior y la podemos inventar?
Éstas son dos posturas contrarias y que deciden cómo serán las formas en la creación. Impresiones a partir de la realidad o expresiones internas promovidas por la imaginación. Impresionismo contra expresionismo.
Estaba además bastante obsesionado con triunfar y quedar en la historia del arte como uno de los importantes, por lo que se hacia críticas favorables a sí mismo con pseudónimos y acabó escribiendo un manuscrito donde se atribuía todos los éxitos del grupo expresionista.
Donde Kirchner encontraba la belleza era en sus modelos, desnudos, prostitutas, calles berlinesas, y la sociedad de ciudad del momento.
Después de la Guerra
El último Kirchner es el que volvió de la I Guerra Mundial. Una guerra promovida por imperialistas y nacionalistas. Una guerra de trincheras entre países vecinos.
La sensibilidad del artista no pudo soportar esas matanzas entre hombres cara a cara. Se trastornó hasta el punto de necesitar ser trasladado a un manicomio donde permaneció aterrado por la idea de que le hiciesen volver a las trincheras.
Solo cuando finalizó la guerra pudo recuperarse. Pero antes, con la salud mental totalmente desequilibrada se fue a Davos (Suiza) donde buscó volver a dale sentido a su vida y recuperarse pintando lo contrario de lo que había pintado hasta entonces. Si antes buscó el ajetreo de la ciudad, sus modelos, la sociedad y la vida bohemia, ahora tenía como modelo a las quietas montañas.
Estas son las obras que presento aquí de Ernst Ludwig Kirchner. Las montañas de Davos, sus imponentes árboles, la vida en este lugar de grandiosa naturaleza. Su arte se relaja y la pincelada, menos frenética, toma más sentido.
Aquí encuentra un grandioso modelo, que absorbe la furia de formas y colores del estilo expresionista. La energía del color fluye con cada pincelada, emocionalmente desbordado ante la potencia del lugar. Montañas y árboles vivos y poderosos.
Estos son los cuadros, que en mi opinión, muestran mejor la búsqueda espiritual de la que el artista siempre habló. Su intención rebelde y escandalizadora ha sido sustituida por una percepción y composición del mundo más intensa y con espíritu propio. Su pintura habla por fin sobre el espíritu y la emoción.
Años más tarde, con el régimen nazi en el poder, su Arte fue retirado y declarado “Arte degenerado”. Muchas obras suyas fueron vendidas y destruidas. Este fracaso en su sociedad le afectó tanto que se suicidó 1938. Sus obras serían redescubiertas en 1968 por un norteamericano, Donald E. Gordon, y fue recuperado para la historia del arte.